El proyecto para el restaurante Momiji Atelier del chef Diego Laso, ubicado en uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad del Turia, el Mercado de Colón, toma como punto de partida el metabolismo japonés. Inspirándose en los organismos naturales y en cómo éstos crecen y se adaptan al entorno a través de estructuras flexibles y extensibles hasta el infinito.
Así el estudio de arquitectura e interiorismo, El Departamento, propone la barra como protagonista y la convierte en un elemento vivo que crece en función de las necesidades de cada momento. El diseño tiene muy en cuenta el uso que las personas van a hacer del espacio, cocineros y comensales; y es, precisamente, en la relación entre estas dos partes, donde la filosofía de Momiji profundiza todavía más.
Las claves del proyecto de El Departamento
La barra se concibe como una puesta en escena, como una pantalla de cine donde el chef y los suyos trabajan entre un halo de misticismo y disciplina militar. Sin embargo, la barra actúa como un portal mágico donde transgredir esa línea invisible que separa chef y visitante; una superficie al mismo nivel que une los dos mundos y permite que el huésped observe la artesanía con la que se cocina cada uno de los platos que va a degustar segundos después. Se cocina y se come en el mismo plano, y la división se diluye.
“Momiji Atelier bebe de la estética recogida de Akira, la ficción cinematográfica de 1988, aunque en una versión evolucionada y combinada con detalles tradicionales reinterpretados. Hay neón, pero no es el eje del proyecto. Hay metales nobles, pero es latón zigzagueante. También está presente el norén, los tradicionales trozos de tela japoneses que se usan a modo de cortina, pero en este caso se elige un tono negro marquina con listones de latón incrustrados. Hay piedra, pero se exagera su uso para conseguir una atmósfera única. Hay reflejos, pero es un espejo situado estratégicamente que da una visión única de lo que está ocurriendo en el local”, explican desde el estudio.
Cada rincón está pensado y diseñado con el fin de romper con su contexto y hacer que el visitante olvide dónde está. Que logre pasar un buen rato en un lugar refugiado del mundo exterior donde sólo existen dos cosas importantes: el chef y sus platos.